Advertisement

Hervidos en aceite

El vendedor de la mipyme de la esquina me lanzó a la cara el precio del aceite y les juro que sentí sus nudillos hacer contacto con mi mandíbula. Tal vez por eso se me quedó grabado en el rostro el gesto universal de asombro: la boca bien abierta y los ojos parpadeantes.

¡A 1 400 pesos un pomo de aceite! Cien pesos más y se equipara a la chequera de mi abuela. De repente tuve ese cálculo mental recurrente desde que la inflación empezó a inflarse: ¡Lo que gano en la pincha me da para tres envases de grasa de girasol!

Si ya me costaba encontrar algo para echar en el aceite, ahora no me alcanza ni para el paso previo. Eso sin contar que el plato fuerte más popular en mi cocina es la croqueta, y aclaro que nunca lo he probado, pero me arriesgo a decir que hervidas no deben saber muy bien.

Ante esta tragicomedia diaria que vivimos todos al abastecer nuestros refrigeradores, siempre se hacen presentes las mismas preguntas. ¿Cuál es el límite? ¿En qué momento se pone el freno y los precios comienzan a bajar? ¿Dónde quedaron los topes de precio a los productos de primera necesidad para el hogar?

Además, el aceite es solo un eslabón entre los productos que subirán en una especie de larga cadena. No es de extrañar, entonces, que una ración de croquetas con un poco de salsa agridulce por encima, te la quieran vender en un bar entre 350 y 500 pesos, o que una pizza decente valga la nada despreciable cifra de 1 000 pesos, un cuarto del salario mínimo interprofesional.

El resto de los productos y servicios que no pasen por aceite, y perdonen el eufemismo, subirá igual, porque el alza de los insumos básicos marca tendencia, genera malestar y “justifica” ponerle 100 o 200 pesos de más a lo que sea; ¡total, si es que todo está muy caro!

Ya se ha hablado y escrito hasta el hartazgo de lo importante que es, de a poco, lograr una estabilidad en el precio de los productos, empezando por los que se producen aquí, en nuestro terruño. De lo contrario, no hay manera humana de ahorrar, guardar dinero en el banco o planificar inversiones, vacaciones y demás.

El tema precio no se puede seguir dejando de lado y, por mucho que les moleste a algunos, lleva intervención estatal, tal vez, mediante incentivos. Estemos claros de que poner topes arbitrariamente no ha sido ni será la solución, dada la experiencia.

Las dinámicas propias de nuestro incipiente mercado privado han demostrado que el precio no baja orgánicamente y que la inversión se concentra en la compra y venta de productos importados. Como diría uno de mis vecinos en una conversación reciente: “El cubano primero bota la mercancía antes de bajarle un peso”.

En lo personal, cuando me siento frente a mi laptop a escribir cada semana, quisiera hacerlo acerca de esos otros temas de los que también hay que hablar, y que son cruciales para el desarrollo del país. Sin embargo, me invade la necesidad, que tenemos todos dentro, de hacer catarsis por ese día a día tan terrible que no acabamos de resolver.

La solución no puede ser tachar de la lista lo que se nos haga económicamente inalcanzable y seguir con nuestras vidas como si nada. Asumir la broma de “a partir de ahora me lo como todo hervido y ya” es restarle importancia a un problema mucho más grande y del que depende el futuro de la nación.

No hay dignidad alguna en precarizarse. Ya lo dijo el trovador Santiago Feliú en una de sus canciones, y lo parafraseo: merecemos más que resistir, y no hay tiempo.

Por: Boris Luis Alonso Pérez. Tomado de Periódico Girón

Autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *